Por Horacio Simes
En éstos tiempos de pandemia, la protección de la salud de la población se erige en el objetivo principal de los países, utilizando la estrategia del aislamiento social con un horizonte claro: aplanar la curva de contagios. Aplanar significa, en resumidas palabras, disminuir la tasa de variación de las infecciones diarias, alcanzando guarismos que, proyectados, permitan al sistema sanitario prepararse y dar debida atención al flujo de enfermos que ingresen al mismo.
Sin embargo, aplanar la curva de contagios ha tenido su efecto en la economía, la que, con el correr de los días, comienza a presentar signos claros de debilitamiento. El aislamiento social ha significado inicialmente una dinámica compleja, asimilable a un shock de oferta y demanda negativos, esto es, una disminución sensible y rápida en la producción de bienes y servicios, así como en la demanda de los mismos. Disminuido (o directamente detenido) el flujo de ingresos por ventas, el efecto multiplicador negativo a lo largo de toda la cadena de valor amenaza con destruir cada vez más puestos de trabajo, dejando sin recursos a proporciones crecientes de la población.
Ante ésta situación, los gobiernos han reaccionado principalmente en dos frentes: 1. redirigiendo recursos hacia la demanda, con el objetivo de contener el consumo de las poblaciones más vulnerables y, 2. sosteniendo el funcionamiento de la producción de bienes y servicios esenciales. Con todo, a pesar de los esfuerzos, la enorme diversidad y escala de las actividades que se han desacelerado requiere un flujo de ingresos que tal vez solo unos pocos Estados en el mundo puedan proveer. Por ello, resulta de vital importancia adoptar una batería de estrategias precisas, entre las que destaco la siguiente: suavizar la curva de ingresos.
Suavizar la curva de ingresos: un mecanismo anti-cíclico, en un contexto “de economía de guerra”
De la crisis de los años ´30, de las políticas implementadas en ese momento por los gobiernos, y de Keynes, hemos aprendido sobre ciertas dinámicas de los ciclos económicos, así como sobre la forma de administrarlos a través de políticas económicas contra-cíclicas (bajo condiciones de capacidad instalada disponible y caída de la demanda). Sin embargo, a pesar del éxito de las mismas, existe bastante consenso en la doctrina económica respecto a que el desempleo recién disminuyó sensiblemente con la llegada de la Segunda Guerra Mundial. De contextos lamentables cómo éste, también hemos podido extraer algún aprendizaje en materia económica, a saber: los mecanismos de reasignación administrativa de recursos a áreas específicas dada la coyuntura (o la denominada “economía de guerra”). Combinación de políticas económicas anti-cíclicas y administración de la oferta y la demanda -una tarea no menor, pero cuya discusión excede el presente análisis- pareciera ser un sendero posible. Pero, ¿con qué recursos? En ésta dirección, el concepto de suavizar (smoothing) la curva de ingresos resulta de interés. La idea primaria de la que surge el presente análisis tiene larga data en la economía, pudiendo citarse como un antecedente lejano la historia Bíblica de José y sus hermanos. Más cercano en el tiempo, han sido autores como Franco Modigliani, Miltron Friedman, Paul Samuelson y otros quienes han trabajo (con variantes) la temática y sus implicaciones. El resultado en economía se refiere de la siguiente manera: distribuir inter-temporalmente el flujo de ingresos, suavizando los ciclos económicos (o shocks).
Básicamente, ajustado al contexto que vivimos y las necesidades y posibilidades emergentes, suavizar la curva de ingresos consistiría en lo siguiente: destinar recursos de los sectores con excedentes y dirigirlos a los sectores con carencias, intercambiando a través del tiempo los excedentes y faltantes. Estos recursos habrán de ser dirigidos tanto a sostener el consumo como a mantener la capacidad instalada actual intacta (sosteniendo principalmente a las empresas y sus trabajadores) en aquellos sectores mayormente afectados. De ésta manera, se logra mantener un nivel de actividad constante a lo largo del tiempo, a partir de la asignación de recursos adicionales a las políticas actuales, las que resultarán probablemente insuficientes (ingresos fiscales escasos, emisión monetaria con techo –antes de volverse riesgosamente inflacionista- y dificultades para el acceso al financiamiento externo, entre otras). Ahora bien, ¿cómo lograr tales resultados?
Acuerdo Económico y Social de Emergencia, Fondo Soberano de Estabilización y Bono Solidario
Canalizar grandes cantidades de dinero desde diferentes sectores en las condiciones de incertidumbre actual requiere un acuerdo de todas las partes involucradas. El Gobierno habrá de convocar a un Acuerdo Económico y Social de Emergencia. En el marco de éste acuerdo, la constitución de un Fondo Soberano de Estabilización resulta primordial (muchos países cuentan con fondos con características asimilables, pudiendo destacarse el caso de Noruega). Éste fondo tiene múltiples funciones y tareas (un análisis en mayor detalle requiere otro espacio aparte) y puede constituirse con recursos del Estado (como es el caso de la mayoría de los fondos soberanos) y también con aportantes privados. Aquí aparece la herramienta del Bono Solidario. A partir de éste, los aportantes obtendrían el compromiso de retribución futura del capital aportado más las compensaciones acordadas (que pueden resultar de naturaleza variada, tales como intereses, deducciones impositivas, bonificaciones crediticias, u otras). De ésta manera, es posible obtener y canalizar los recursos excedentes de algunos sectores hacia las actividades con dificultades coyunturales. Si bien para la situación actual es posible que la curva se suavice más en la presente depresión que en la futura expansión, pudiendo sobre-estimular la demanda futura (dado que quienes hoy poseen excedentes, posiblemente también los tengan en el futuro) el mismo Fondo Soberano podrá utilizarse como herramienta de gestión de los excedentes futuros (reabsorbiendo los mismos).
Con todo, y una vez superadas las dificultades actuales, los gobiernos dispondrían de nuevas estrategias y herramientas que podrían, bien readecuarse para su utilización en escenarios de crecimiento, bien resguardase para futuras recesiones o crisis como la que nos toca en éste momento atravesar.
*Economista
Frontera Económica
#ANGuacurarí
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