A pesar de las especulaciones con respecto a la inestabilidad del tiempo en la ciudad de Posadas, miles de personas se acercaron a la fiesta popular más importante de la región. El Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez volvió a vestirse de gala y mientras el público se animaba de a poco a ir llenando las gradas, pronto el espíritu del Festival se encargó de foguear el ambiente tras las arduas temperaturas.
Para coronar una noche inolvidable, en un momento lleno de emociones de por medio, el Intendente Ing. Leonardo Stelatto junto a la Secretaria de Cultura y Turismo Belén Hernández, hicieron entrega del Mensú de Oro, al excelentísimo Antonio Tarragó Ros. Reconocimiento que se realiza en cada edición como una forma de celebrar la trayectoria y el recorrido de artistas de esta magnitud.
Momentos previos, con el público embelesado por su actuación que no se privó de absolutamente nada, se acercó a las gradas para volver a sentir esa conexión que tuvo la primera vez que participó del Festival Nacional de la Música del Litoral y del Mercosur. Entre tema y tema, Antonio recordó su primera vez en esta fiesta, precisamente en el año 1969 donde tuvo el enorme desafío de reemplazar a su padre en la grilla, lo que le valió el amor eterno por esta región, su gente y toda la música que sucede año tras año en el mítico escenario de Alcibíades Alarcón.
Si bien la velada arrancó con retraso, los músicos se solidarizaron para poder brindarse a quienes no se acobardaron y tomaron la iniciativa de llegar temprano. Luego de una excelente introducción a cargo del grupo Cri Cri, en el que los pequeños integrantes de los Grillos Sinfónicos (coordinados por Miguel y Yaiza Brizuela) bailaron y cantaron entregando una emotiva performance, llegó el turno de la primera formación, Sonkoy. El conjunto de Puerto Rico hizo sentir su presencia gracias a la hinchada que los acompañó desde el público, con folklore enérgico plagado de elementos contemporáneos, como el vibrante estilo funk del bajo y la batería.
También estuvieron presentes otras experiencias como el Ballet Zambra, que a través de la fusión con el audiovisual y una dramatización de época, revivieron las viejas fiestas locales en las que se bailaba chamamé, chotis, pasodoble y música cervecera muy colorida. La representación estuvo acompañada de una excelente producción en video donde un aroma de otros tiempos invadió con nostalgia el corazón de los que vivieron esa época. Como si fuera poco, la voz de una mujer pudo oirse, contando cómo vestían las chicas en esos tiempos y cuáles eran las costumbres de los jóvenes para sacarlas a bailar.
El chamamé que viene de cuna cautivó al público cuando Los Encina pisaron en escenario. Nito y Nico, padre e hijo, con su impronta estremecieron el alma con sus interpretaciones. La velada también tuvo espacio para el 2×4, de la potente voz de Susana Romero.
Asimismo, Tomasito González regaló un hermoso concierto de arpa, acompañado por un guitarrista de alto nivel, donde las cuerdas de ambos instrumentos lograron una amalgama capaz de emocionar hasta a los más exigentes. Lo propio sucedió con el increíble desempeño de Ihara Martínez y Lautaro Rivas, que entregaron alma y cuerpo en sus pasos de chamamé. Los jóvenes tuvieron la fortuna de representar a su Oberá natal y por supuesto, no decepcionaron.
De todas formas, el clímax de la noche llegó con uno de los artistas más queridos por el público más fiel del festival, el mismísimo Chango Spasiuk, que en esta ocasión trajo nada más y nada menos que el primer acordeón que le regaló su padre, hace 44 años. Con ese pequeño instrumento (al menos en relación al inmenso acordeón que suele utilizar) desplegó piezas chamameceras de mucha energía, para luego pasar sí a otros hits como Kilómetro 11 y algunos de sus temas más pedidos año a año, como el infaltable Adiós Beatriz, entre otros.
Otros de los momentos con mucho apoyo del público fue cuando subió al escenario la banda Ahyre, quienes tienen solo 3 años de trayectoria, pero que con su arte fueron revelación presentación tras presentación, con una propuesta diferentes que busca trascender límites territoriales y generacionales. Los jujeños con sus letras y ritmos tuvieron la ovación de los presentes en esta segunda antorcha.
Finalmente, Rulo Grabovieski y su ahijado musical Andresito desplegaron su talento y carisma para ponerle un broche de oro frente a la Costanera posadeña.
La lluvia no apagó la segunda antorcha, y lo mejor que esta noche, la música litoraleña continuará materializándose en el escenario mayor del anfiteatro Manuel Antonio Ramírez.
Prensa Municipal de Posadas
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