
En una época donde la palabra “productividad” suele quedar atrapada entre Excel porteños y discursos desconectados de la tierra, Misiones vuelve a marcar el rumbo con un proyecto que tiene raíz, hoja y fruto. Se trata del Régimen de Impulso Integral de las Chacras Multiproductivas, presentado por el diputado Carlos Rovira, y que viene a ponerle cuerpo a algo que muchos productores ya vienen haciendo por instinto: diversificar, integrar, resistir y crear valor sin perder identidad.
La iniciativa no parte de una oficina técnica en Buenos Aires ni de una ONG financiada desde el exterior. Parte de la experiencia viva de las chacras misioneras, que entre la yerba, el tabaco, los cítricos y ahora las paltas, berries y flores comestibles, van encontrando nuevos caminos para subsistir sin resignar el arraigo.
En tiempos donde las decisiones económicas se toman lejos del surco, hablar de créditos blandos, bioinsumos locales, conectividad satelital y acompañamiento técnico real, no es poca cosa. Es entender que el pequeño productor no quiere que le regalen nada, pero necesita reglas claras, respaldo institucional y oportunidades concretas para crecer.
La Biofábrica Misiones juega acá un rol estratégico. No sólo por los insumos de calidad que provee, sino porque representa un modelo estatal moderno, con pies en la ciencia y compromiso con el desarrollo local. No es casual que sea parte central de esta ley: es el puente entre la chacra, el conocimiento y el futuro.
Pero quizás lo más interesante de este proyecto es que no obliga a nadie a abandonar lo que ya sabe hacer. La yerba, el té y el tabaco siguen siendo parte del mapa productivo, pero ahora con la chance de complementarse, de integrar el agroturismo, de abrir la tranquera para que entre una nueva economía rural. Una economía que no espera que los precios de siempre vuelvan a ser lo que eran, sino que construye nuevas oportunidades sobre lo que tenemos.
El artículo 2 del proyecto lo dice claro: no se trata solo de sembrar frutas exóticas. Se trata de permitir transiciones graduales, de fomentar la resiliencia frente al clima, de que la EFA del paraje enseñe lo que realmente se puede hacer en ese mismo suelo. Se trata de que nuestros jóvenes se queden, no por resignación, sino porque tienen un horizonte productivo viable y con valor.
Mientras muchos siguen discutiendo en Twitter cómo deberían ser el campo y la chacra argentina, en Misiones hay una propuesta concreta que entiende el terreno, el clima, las costumbres y la urgencia. Y que no le pide permiso a nadie para innovar desde la chacra hacia el mundo.
Porque si hay algo que este proyecto viene a demostrar es que la producción misionera no es el patio trasero de la economía nacional, sino un laboratorio vivo donde se cultiva futuro con decisión política, conocimiento aplicado y una dosis saludable de orgullo rural.
Por Priscila Luzne
#ANGuacurari
Facebook
Twitter
Instagram
Google+
YouTube
RSS