
En el SUM de la casa museo de Horacio Quiroga se encuentran expuestas más de 200 ilustraciones sobre el relato “Los mensú”. La muestra –disponible una semana más- refleja el profundo trabajo de elaboración de un relato ilustrado, que encaró un grupo de artistas visuales liderado por el cordobés Tomás Barlassina
Incluido en el libro “Cuentos de amor, de locura y de muerte” (1917), el relato “Los mensú” constituye una de las piezas cuentísticas más representativas de la escritura de Horacio Quiroga en su faceta de crítica social. La obra expone además, el contexto característico tanto de la geografía como de la época: Misiones en los albores del siglo XX.
Más de un centenio después de su publicación, un artista cordobés llamado Tomás Barlassina leyó el cuento por primera vez. La experiencia de lectura resultó tan movilizante para él, que lo dispuso a encarar un proyecto colectivo capaz de interpretar la profundidad del cuento desde el dibujo artístico. Esta idea, configuró el inicio de lo que terminaría plasmándose en una edición ilustrada del cuento “Los mensú” y en la muestra de dibujos “Sudor y agua”, que se encuentra expuesta en el salón de la Casa Museo de Quiroga, en San Ignacio.
El fin de semana pasado, el secretario de Estado de Cultura Joselo Schuap tuvo oportunidad de recorrer la muestra y conversar con el grupo.
“Al principio era solo un proyecto editorial. Pero después nos dimos cuenta de que no podíamos representar la selva y el río solo con fotos de internet. Entonces decidimos viajar a Misiones. Vinimos en agosto de 2020, plena pandemia. Fuimos cinco personas, trajimos vestuario hecho por nosotros y estuvimos cinco días produciendo imágenes, escenas, registros”, explica Barlassina. El grupo humano al que hace mención, está integrado además por sus pares René Yoseli, Jazmín López, Jópolo Moreno y Julio Fabre.
De la perfomance al dibujo
El cuento “Los mensú” se circunscribe -junto a algunos textos del ensayista y escritor español Rafael Barret- como uno de los primeros registros artísticos en torno a la figura de aquellos peones rurales que en la zona litoraleña argentina y parte del Paraguay, eran presas de explotación laboral y durísimas condiciones de supervivencia.
Esta figura, la del “mensú”, sería luego retratada en varias obras musicales e incluso en realizaciones audiovisuales, siendo de ellas tal vez la más icónica “El mensú”, canción de Ramón Ayala lanzada en 1956.
Con este trasfondo, la aventura perfomática de estos artistas visuales en San Ignacio abarcó técnicas de actuación y dio un rol central a la fotografía (a cargo de Juan Moreno), como insumo principal de las piezas finales. Es decir, de los dibujos que dan vida a la colección. “Nos agrupamos bajo el nombre ‘Los Cosecheres’, en una especie de cooperativa artística. El texto fue el pilar que sostuvo todo. Comenzamos con bocetos. A partir de ahí, releyendo el cuento muchísimas veces, hicimos una investigación histórica. Encontramos fotos antiguas, por ejemplo, del ‘Silex’, que es el barco que aparece en el cuento. Al principio no sabíamos que ‘eso’ era un barco. Todo eso nos ayudó a ubicar la historia en su contexto y representarla con fidelidad”, reseña Tomás.
De este modo, el trabajo de colectivo artístico consistió en una especie de indagación quirúrgica del cuento, desmenuzando cada personaje y cada escenario en busca de una representación genuina pero vívida, apta para revitalizar el texto y poner en valor sus diferentes capas.
“Tuvimos que pasar el cuento por el cuerpo, porque necesitábamos figuración para nuestros dibujos. Fue una experiencia muy física: hicimos una especie de fotonovela que luego se convirtió en un libro de arte con más de cien imágenes. O sea que la caracterización de personajes fue fundamental, pero con una finalidad plástica, más que audiovisual. Usamos la caracterización como base para los dibujos. Nos guionamos como si fuera una película, armando escenas, bocetos, tiempos… todo al servicio del dibujo. Además, la calidad de las fotografías nos ayudó mucho a lograr un realismo que no esperábamos”, destaca el dibujante Julio Fabre. Al montaje de esta muestra se sumaron Ramón Argañaráz y Marcos Jalil.
“Queríamos que la selva nos habitara”
Por su parte, la actriz y dibujante Jazmín López tuvo el rol de interpretar a uno de los personajes del cuento (“La peregrina”), aportando desde su formación teatral, herramientas para que el resto del equipo pudiera encarnar a los personajes y abordar la dramatización. “Pese a que se trataba de un registro de fotografías que luego nos permitiría avanzar en la creación de los dibujos, las actuaciones y acciones fueron reales. Corríamos, macheteábamos, encendíamos fuego… todo eso se traducía en las imágenes. Para meternos en personaje escuchábamos mucha música de Ramón Ayala, hacíamos ejercicios para abrirnos a la geografía, al entorno. Queríamos que la selva nos habitara”, cuenta Jazmín.
El proceso incluyó la creación de indumentaria y elementos de utilería que se usaron como si se tratase de un rodaje cinematográfico.
La labor cosechó más de 200 dibujos, que son el resultado de este cuidadoso y apasionado circuito artístico que hasta el 27 de julio puede ser disfrutado en la Casa Museo Horacio Quiroga.
Cultura de Misiones
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