
Desde siempre, los animales habitaron la vida de Silvana Labat. En su casa nunca faltaron perros ni gatos, pero el compromiso profundo nació casi de manera casual, en una tarde cualquiera en la que se cruzó con una perrita perdida. “La vi varias veces dando vueltas por el shopping, nadie la reclamaba. Pregunté, pegué carteles, publiqué en las redes… y al final me la quedé. Hoy se llama Polaca y sigue conmigo”, recuerda. Esa escena, que pudo haber sido pasajera, marcó el inicio de una decisión que nunca más se detuvo: rescatar, cuidar y dar voz a quienes no la tienen.
Después vinieron otros encuentros: la cachorrita a punto de ser atropellada en Garupá, los perros abandonados en Ituzaingó que la esperaban cada vez que iba, la “manadita” de cuatro que terminó mudando con ella a Posadas. “Mis tránsitos se convirtieron en permanentes”, resume, como si esa frase alcanzara para condensar la entrega de años de rescates, traslados, campañas, peleas y lágrimas.
Pero Labat sabe que el amor por los animales no es solo un acto íntimo. También es una lucha política y cultural. “Muchas veces piensan que somos las locas de los perros, las histéricas que gritamos cuando alguien maltrata. Pero si no levantamos la voz, nadie escucha. Los animales no son cosas, son seres sintientes y conscientes, sujetos de derecho. Hay que decirlo una y otra vez hasta que cale”.
Ese grito, sostenido en el tiempo por ella y por tantas mujeres rescatistas, llegó a lugares impensados: la Cámara de Diputados de Misiones. Junto a organizaciones como Libre Relincho y referentes del rescate de caballos, impulsaron la idea de un juzgado de protección animal, el primero en Argentina. “Fue una sorpresa enorme ver la rapidez con la que nos escucharon. El diputado Juanjo Szychowski mostró empatía, y eso hizo la diferencia. Este juzgado cambiará la manera en que se entiende el maltrato: quien dañe a un animal tendrá consecuencias reales, penas que se cumplirán. Es un antes y un después”.
Su vida diaria también se reparte entre otros compromisos: la gestión pública en el IPEC, donde trabaja en el Observatorio de Violencia Familiar y de Género; la militancia territorial en barrios donde acompaña a familias que lograron acceder a la relocalización y a servicios básicos; y la convicción de que la política, bien ejercida, es la herramienta más poderosa para transformar realidades.
Pero, más allá de los cargos, su esencia sigue siendo la misma: la mujer que frena en la ruta para salvar a un cachorro, la que se indigna ante un acto de crueldad, la que insiste en que el cuidado responsable no es solo dar agua y comida, sino integrar al perro o al gato como un miembro de la familia.
Labat suele repetir una idea que la define: “Defender a quienes no tienen voz no es fácil. Pero siempre me pregunto: ¿si no soy yo, si no somos nosotras, quién va a hacerlo?”.
Y en esa pregunta se resume su historia: la de alguien que eligió no mirar para otro lado y que convirtió un vínculo personal con los animales en una bandera colectiva capaz de abrir caminos nuevos en la justicia, la política y la cultura de Misiones.
Proyecto Mujeres Guacurarí en Acción
AGENCIA DE NOTICIAS GUACURARÍ
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