La instalaciones de la escuela 617, la primera inaugurada en la capital de las esencias, fue el el escenario perfecto para la fiesta.
Sin el tradicional frio (para esta época del año) se llevo a cabo una gran hoguera, donde se queman los muñecos gigantes y luego los más intrépidos cruzan las brazas corriendo descalzos.
En su versión pagana, la noche de las hogueras era un día mágico, un inmejorable momento para espantar a los malos espíritus, romper con lo malo del año (por eso se quemaban muñecos) y hacer votos por el amor y la fertilidad.
Hay ritos de todos los gustos: lavarse la cara, saltar las hogueras, cruzarlas y tomar el tradicional “quentao” (vino caliente con canela y clavo de olor)… todo en busca de que se cumplan los deseos.
Gilberto Lovera / Aldo Perez – Radio Diez 100.3
El Soberbio
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