El intendente Leonardo Stelatto entregó al músico posadeño el máximo reconocimiento del festival, en una jornada cargada de emoción, memoria y homenaje. En la última noche del 56° Festival Nacional de la Música del Litoral y 18° del Mercosur, realizado en el predio La Cascada de la Costanera, Victor “Cacho” Bernal fue distinguido con el prestigioso Mensú de Oro, en una ceremonia que combinó celebración popular y un profundo homenaje a las raíces culturales del litoral.
El público que colmó La Cascada vivió uno de los momentos más emocionantes de la jornada cuando se anunció que Víctor “Cacho” Bernal era el ganador del Mensú de Oro, la máxima distinción del Festival Nacional de la Música del Litoral. El intendente Leonardo Stelatto entregó el galardón en medio de una ovación para el artista.
Tras recibir el premio, Bernal ofreció un mensaje cargado de sensibilidad, memoria y agradecimiento. “Para mí es muy fuerte esto, más un día como hoy, 7 de diciembre y esto es el “Mensú”, el Mensú es mi amigo Ramón Ayala. Hoy hace dos años exactamente que nos dejó”, recordó con emoción.
Luego, destacó el legado del poeta y compositor: “Estamos orgullosos de que haya existido Ramón Ayala, porque fue quien le puso poesía y mística a nuestro paisaje. Misiones se conoce por las canciones de Ramón: por sus melodías y su poesía”.
Bernal también evocó su infancia y la huella que el festival dejó en su vida. “Estoy agradecido a este festival. Yo nací y vivo en Villa Sarita, y con mi familia siempre hemos asistido, estábamos a cuadras del anfiteatro. Me acuerdo haber visto a Mercedes Sosa. Nunca imaginé que un día iba a estar acá, en este lugar”. El momento concluyó con un aplauso prolongado que celebró su trayectoria y su aporte a la identidad musical del litoral. Acto seguido, Bernal volvió a tomar el centro de la escena para compartir su arte junto al Trío Roy–Bernal–Peralta, formación que integra desde 2019.
El trío está compuesto por músicos misioneros con una vasta experiencia en la música del litoral argentino y del Paraguay, y que a lo largo de sus trayectorias también se han vinculado con otros géneros caracterizados por la improvisación y la creación colectiva. Con una formación inspirada en el jazz —batería, órgano Hammond y guitarra eléctrica—, el grupo interpretó algunas polcas y chamamés.
Consagración para Susana Moreno y Revelación para Grupo Mixtura
Susana Moreno y el Grupo Mixtura también recibieron su merecido reconocimiento durante la última noche del festival, al ser distinguidos con los premios ‘Consagración’ y ‘Revelación’, respectivamente.
La distinción a Susana Moreno ratifica una trayectoria marcada por una entrega absoluta a la música regional. Con un timbre de voz inconfundible, Moreno supo interpretar el cancionero litoraleño con una sensibilidad que combina fuerza expresiva, sutileza y una profunda conexión con las raíces culturales de Misiones. Su presencia escénica, cargada de matices y una impronta emocional genuina. La consagración fue celebrada por el público como un reconocimiento justo y esperado a su labor artística.
El Grupo Mixtura, por su parte, fue distinguido como Revelación, tras haber audicionado exitosamente en los prefestivales y resultar seleccionado entre numerosas propuestas emergentes.
Formado en 2009, el conjunto tuvo su paso por canales de televisión, peñas, festivales y eventos privados, construyendo un camino sólido dentro de la escena musical regional. Su repertorio se caracteriza por la diversidad: transita por la bossa nova, el jazz, los boleros, el tango y el folclore latinoamericano, una fusión de estilos que dio origen a su nombre. Con una propuesta fresca y versátil, Mixtura logró destacarse por la calidad de sus arreglos vocales y la cohesión instrumental, lo que los posicionó como una de las sorpresas más celebradas.
Con un cierre bajo la lluvia, Christian Herrera encendió la última noche del festival
Cuando el calor del día comenzaba a ceder y la humedad todavía se hacía sentir sobre la Costanera, la noche tomó otro ritmo. El público, fiel y paciente, se mantuvo firme hasta el final. Unas primeras gotas anunciaron la lluvia, pero lejos de dispersar a los presentes, parecieron sumar un toque épico al cierre de la jornada. En ese clima vibrante, Christian Herrera subió al escenario y terminó de encender la última antorcha del festival.
Su música, cargada de energía y raíz, hizo bailar a la multitud en sus lugares y en cada rincón de la explanada. Las familias, los jóvenes, los músicos que seguían de pie entre bambalinas: todos se dejaron llevar por esa mezcla de tradición y fuerza que caracteriza al artista.
Herrera, nacido en Coronel Juan Solá, en pleno Chaco salteño, es hoy una de las voces más auténticas del folklore argentino. Desde muy joven mostró un talento natural para el canto que lo llevó de los patios escolares a los grandes escenarios del país. En 2024 recibió el Premio Consagración del Festival de Jesús María, uno de los máximos reconocimientos del folklore argentino, reafirmando su lugar entre los artistas más convocantes de la nueva generación.
Y así, entre zambas, chacareras y una lluvia que no apagó ninguna sonrisa, Christian Herrera regaló un cierre cargado de emoción. Con la fuerza de la tradición y la mirada puesta en el futuro, su música invitó a todos a reencontrarse con las raíces y a despedir el festival con el corazón encendido.

Celebración una edición histórica
El 56° Festival Nacional de la Música del Litoral y 18° del Mercosur cerró anoche su edición 2025 luego de tres jornadas que transformaron por completo el parque La Cascada, consolidándose como un nuevo escenario para grandes celebraciones populares de la ciudad. Con un marco participativo y la presencia de más de 40 mil espectadores, el festival superó todas las expectativas: cada noche fue una auténtica noche de antorchas y el clima acompañó de principio a fin, permitiendo cumplir el cronograma sin interrupciones. Una vez más, Posadas vibró al ritmo del chamamé, la danza y la identidad litoraleña.
Desde el viernes hasta el domingo, miles de personas pasaron por el predio para disfrutar de propuestas artísticas, recorrer los patios gastronómicos, visitar los espacios de emprendedores y compartir una fiesta que volvió a demostrar por qué el Litoral ocupa un lugar protagónico en la agenda cultural del país.
Cada noche sumó su propio matiz:
-El viernes, la emoción del arranque marcó el compás de una edición que sorprendió por la energía del público y la puesta escénica que ofreció el nuevo espacio.
-El sábado, el clima de celebración se extendió con destacadas presentaciones de artistas locales y nacionales, postales del público colmando cada rincón y un tránsito constante entre música, comida y ferias.
-Y el domingo, la “tercera antorcha” selló una despedida vibrante, con un público inmutable incluso ante la amenaza de lluvia, consolidando una edición que se recordará por su fuerza, su calidez y su diversidad artística.
Durante las tres jornadas, la costanera se convirtió en un punto de encuentro intergeneracional: familias con reposeras, jóvenes improvisando bailes en cada espacio disponible, turistas recorriendo stands y habitantes locales movilizados por el valor afectivo que tiene esta tradición.
Hubo momentos especialmente destacados, como el baile espontáneo bajo la llovizna del domingo, la ovación sostenida tras la presentación de Juan Fuentes, o las filas en los puestos gastronómicos que confirmaron la preferencia por sabores regionales y propuestas artesanales.

Artistas, sabores y oficios: una fiesta que se vivió de punta a punta
Además de los espectáculos centrales, el festival volvió a demostrar que es mucho más que un escenario: es un verdadero ecosistema cultural y económico que moviliza a toda la ciudad. Durante las tres noches, el predio La Cascada se transformó en un corredor vibrante donde emprendedores, artesanos y gastronómicos dieron vida a una experiencia integral, acompañando el paso del público con propuestas diversas y de gran calidad.
A los tradicionales food trucks con comidas rápidas —hamburguesas, panchos y papas fritas— se sumaron alternativas para todos los gustos: opciones vegetarianas, shawarmas, creps dulces y salados, entre otros. También se destacó la presencia de cerveceros artesanales, junto a barras de tragos, jugos naturales y licuados refrescantes, muy elegidos especialmente en las primeras horas de cada noche, cuando el calor todavía se hacía sentir.
La edición 2025 mostró con claridad cómo el Festival funciona como un motor para el emprendedurismo posadeño. Decenas de marcas locales —desde proyectos familiares hasta productores consolidados— encontraron en este espacio una vidriera privilegiada para mostrar su trabajo, generar ingresos y fortalecer su identidad dentro del mercado regional.
Para muchos emprendedores, el festival representa uno de los eventos más importantes del año: durante tres jornadas, miles de personas recorren los stands, prueban productos y establecen vínculos que luego se trasladan a ferias, comercios, mercados y canales de venta durante el resto del año. La alta concurrencia generó un movimiento económico, beneficiando no solo a los puestos gastronómicos, también a los artesanos, productores culturales y prestadores de servicios turísticos.
Los cerveceros artesanales destacaron especialmente la gran participación del público local, que respondió con entusiasmo a pesar de las altas temperaturas. La presencia sostenida de familias, grupos de jóvenes y visitantes habituales de la Costanera aportó un flujo continuo de consumo, creando un ambiente propicio tanto para las ventas como para el disfrute.

Un despliegue integral que acompañó cada velada
Como en cada edición la Municipalidad de Posadas desplegó un amplio operativo que garantizó seguridad, limpieza, accesibilidad y acompañamiento sanitario durante todo el desarrollo del evento.
Se dispuso puestos sanitarios y ambulancias para atención inmediata, junto con un sector exclusivo para personas con discapacidad, ubicado en el lateral izquierdo frente al escenario, lo que garantizó accesibilidad y acompañamiento adecuado a lo largo de las tres noches.
En materia de movilidad, se implementaron cortes temporales de tránsito en diferentes puntos de la Costanera, con el fin de ordenar el flujo vehicular y asegurar la circulación peatonal. Esta medida permitió que los ingresos, egresos y zonas de esparcimiento funcionarán sin inconvenientes.
Se trabajó en la limpieza del predio antes, durante y después de cada jornada, asegurando un espacio ordenado y en condiciones para recibir al público. El predio contó con baños habilitados, un Punto Limpio y un EcoPunto que funcionó hasta la 1 de la madrugada. Además, se reforzó la campaña municipal de separación de residuos, guiando al público en el uso correcto de los contenedores: negros para residuos húmedos o sucios (restos de comida, yerba, envoltorios) y verdes para reciclables limpios y secos (botellas, cartón, papeles, vasos). Como novedad de la edición, se incorporó un sistema específico para la gestión del Aceite Vegetal Usado (AVU) en los stands gastronómicos, una iniciativa que fortaleció el enfoque ambiental, que pregona la actual gestión municipal, y acompañó el crecimiento del sector gastronómico local con criterios de sostenibilidad.

Una celebración que reafirmó identidad, comunidad y futuro
La secretaria de Cultura y Educación, Mariela Dachary, hizo un balance y destacó tanto la respuesta del público como el valor simbólico y comunitario del encuentro. Recordó que, pese a la amenaza climática que puso en vilo a la organización durante la última jornada, “entre todos soplamos para que la nube se vaya”, y finalmente el clima acompañó, permitiendo vivir una noche plena.
Dachary remarcó que el festival, desde su origen, nació para visibilizar a los artistas locales, fortalecer la identidad cultural de la ciudad y recuperar la memoria colectiva. “Es un espacio para encontrarnos, reconocernos y proteger nuestro patrimonio cultural, que es lo que nos hace ser quienes somos”, expresó. En este sentido, celebró que cada noche se viviera con un marco multitudinario, familiar y festivo: “La Cascada explotó de gente y todos disfrutaron: quienes quisieron bailar, lo hicieron; quienes quisieron cantar, también”.
La funcionaria destacó que, en un contexto económico complejo, el municipio sostuvo la calidad de los servicios y la organización del festival gracias al liderazgo del intendente Leonardo Stelatto, al acompañamiento del Gobierno de Misiones y al apoyo del sector privado.
Respecto al traslado del festival al parque La Cascada (debido a las obras en el anfiteatro Manuel Antonio Ramírez) Dachary señaló que el público volvió a demostrar que la cultura se construye también escuchando a la gente. Muchos asistentes destacaron la comodidad del nuevo espacio, la amplitud para bailar y la posibilidad de asistir con niños. Aunque recordó que el anfiteatro es la “casa histórica del festival”, reconoció que será la comunidad quien marque el pulso sobre cómo continuar en el futuro.
Asimismo, valoró que otros eventos recientes, como la Fiesta de San José, también hayan encontrado en este escenario un nuevo punto de encuentro ciudadano, reforzando el sentido comunitario y espiritual que guía estas celebraciones. Anticipó que esta fiesta volverá a realizarse allí el próximo año, dada la excelente recepción del público.
“Somos parte de una fiesta popular que nos une y nos proyecta hacia adelante. Ojalá sigamos sosteniendo todos los días la antorcha del festival en nuestra comunidad”, concluyó.

Lo infinito a orillas del río: un festival que encontró nuevo cauce sin perder su alma
Este año, el lema “Lo infinito a orillas del río” cobró un sentido renovado. La remodelación del anfiteatro Manuel Antonio Ramírez, obligó a trasladar la celebración a La Cascada de la Costanera. Sin embargo, lejos de ser un desafío, el cambio abrió un nuevo horizonte. Allí, de cara al río Paraná, el festival encontró un escenario que amplificó su identidad: el agua como origen, como memoria y como destino. Lo infinito, en esa continuidad del río que nunca se detiene, se volvió metáfora del propio legado cultural litoraleño.
La presencia del Paraná, a pasos del público, hizo que esta edición respirara un espíritu especial. El vista al agua acompañó las voces, los sapucay y las danzas, recordando que la música del Litoral siempre estuvo unida al paisaje y que su fuerza nace de esa relación profunda con la naturaleza. Desde La Cascada, el festival demostró que la esencia no depende de ladrillos ni de estructuras, más bien del encuentro colectivo, de la tradición viva y de esa conexión eterna que, como el río, sigue fluyendo más allá del tiempo y los escenarios.

Municipalidad de Posadas



Facebook
Twitter
Instagram
Google+
YouTube
RSS