Este domingo celebramos en Argentina la Jornada de las misiones. El Papa envía cada año un mensaje sobre las misiones para acompañar nuestra reflexión y oración por algo tan fundamental en la vida de nuestras comunidades. En la segunda parte de su mensaje para este año: «Vayan e inviten a todos al banquete» (cf. Mt 22,9), nos habla sobre el banquete y la perspectiva escatológica y eucarística de la misión de Cristo y de la Iglesia.
«En la parábola, el rey pide a los siervos que lleven la invitación para el banquete de bodas de su hijo. Este banquete es reflejo de aquel escatológico, es imagen de la salvación final en el Reino de Dios, realizada desde ahora con la venida de Jesús, el Mesías e Hijo de Dios, que nos dio la vida en abundancia (cf. Jn 10,10), simbolizada por la mesa llena “de manjares suculentos, […] de vinos añejados”, cuando Dios “destruirá la Muerte para siempre” (Is 25,6-8).
La misión de Cristo es la de la plenitud de los tiempos, como Él declaró al inicio de su predicación: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15). Así, los discípulos de Cristo están llamados a continuar esta misma misión de su Maestro y Señor. Recordemos al respecto la enseñanza del Concilio Vaticano II sobre el carácter escatológico del compromiso misionero de la Iglesia: “El tiempo de la actividad misional discurre entre la primera y la segunda venida del Señor […] Es, pues, necesario predicar el Evangelio a todas las gentes antes que venga el Señor” (Decr. Ad gentes, 9).
Sabemos que el celo misionero en los primeros cristianos tenía una fuerte dimensión escatológica. Ellos sentían la urgencia del anuncio del Evangelio. También hoy es importante tener presente esta perspectiva, porque nos ayuda a evangelizar con la alegría de quien sabe que “el Señor está cerca” y con la esperanza de quien está orientado a la meta, cuando todos estaremos con Cristo en su banquete nupcial en el Reino de Dios. Así pues, mientras el mundo propone los distintos “banquetes” del consumismo, del bienestar egoísta, de la acumulación, del individualismo; el Evangelio, en cambio, llama a todos al banquete divino donde, en la comunión con Dios y con los demás, reinan el gozo, el compartir, la justicia y la fraternidad. Esta plenitud de vida, don de Cristo, se anticipa ya desde ahora en el banquete de la Eucaristía que la Iglesia celebra por mandato del Señor y en memoria de Él.
Y así, la invitación al banquete escatológico, que llevamos a todos a través de la misión evangelizadora, está intrínsecamente vinculada a la invitación a la mesa eucarística, donde el Señor nos alimenta con su Palabra y con su Cuerpo y su Sangre. Como enseñaba Benedicto XVI, “en cada Celebración eucarística se realiza sacramentalmente la reunión escatológica del Pueblo de Dios.
El banquete eucarístico es para nosotros anticipación real del banquete final, anunciado por los profetas (cf. Is 25,6-9) y descrito en el Nuevo Testamento como “las bodas del cordero” (Ap 19,7-9), que se ha de celebrar en la alegría de la comunión de los santos”(Exhort. ap. postsin. Sacramentum Caritatis, 31). Por eso, todos estamos llamados a vivir más intensamente cada Eucaristía en todas sus dimensiones, particularmente en la escatológica y misionera.
A este propósito, reitero que no podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres. La renovación eucarística, que muchas Iglesias locales han estado promoviendo encomiablemente en el período post-Covid, será también fundamental para despertar el espíritu misionero en cada fiel. ¡Con cuánta más fe e impulso del corazón, en cada Misa, deberíamos pronunciar la aclamación: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!».
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
AGENCIA DE NOTICIAS GUACURARÍ
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