Desde la escuela N° 605 FJC «Barrancas del Uruguay» trabajan docentes y los chicos del nivel primario en esta Jornada Pedagógica Socio- Comunitaria para recordar el dia de la Mujer Rural que es el 15 de octubre. La tarea se centra en la vida de la mujer rural, la de hoy y la de antes, mujeres que hicieron la diferencia en la historia del lugar, mujeres que hacen la diferencia en su familia en la comunidad, la pregunta más frecuente qué surge durante el trabajo es: cuál es el rol de la mujer rural, no se sabe dónde empieza ni dónde termina porque es tan amplio, tan necesario y cada vez más valorado. La jornada fue declarada de interés municipal, dándole al evento un peldaño de importancia más a nivel cultural.
En ese marco las protagonistas son vecinas de Colonia Monteagudo, Doña Selita Vieira de Britos tiene 76 años de edad y todavía trabaja en el rosado, pasa sus callosas manos por sus rulos, sonríe y nos cuenta su historia: “Desde muy joven aprendí a trabajar en la chacra, en la casa, no me gusta salir a hacer trámites pero ir al rosado es lo mío, en Monteagudo ahora ya está todo cambiado, hay luz, el camino está lindo, gracias a la municipalidad, está mas poblado . Cuando me casé y tuve a mis hijos me asustaban los animales silvestres, las víboras, las arañas, pero no había tiempo para los miedos, había que abrir los rosados y ponerse a plantar con mi máquina que hasta hoy me acompaña».
«Todavía carpo, macheteo, atiendo a los animales, ya mis hijos se fueron ya son del mundo, crié dos nietos y hoy estoy criando a dos de mis bis trato de hacer todo lo que puedo para que vayan todos los días a la escuela, completen su calendario de vacunación ellas me ayudan, llega la noche y me siento muy cansada pero feliz porque puedo participar de manera útil para mi familia, hoy carneamos y comimos todos juntos para celebrar mí cumpleaños, lo que me alegra mucho, eso es la vida de una mujer rural hace lo que haga falta, siempre pensando en la familia”, contó.
Sin dudas, Selita ha dejado su huella en el tiempo, en el trabajo aún más duro y sacrificado cuando no importa la lluvia, el sol, el calor, el frío, el dolor, la preocupación ni el cansancio, simplemente se debe hacer, hay que «trabajar para comer, comer para vivir». Es toda una cadena que una mujer rural, con su aporte, ayuda a establecer el equilibrio, el cuidado de la familia, algo tan delicado y que demanda tanto tiempo, donando su tiempo para cuidar otras vidas.
Otra de las historias rescatadas por los alumnos, es la de doña Irene Kur, 81 años de edad, quien relató que «fueron tiempos muy difíciles. Monteagudo, una colonia sin transporte, sin negocios, sin luz, sin médico, el día a día era levantar bien temprano, hacer fuego en la cocina a leña, calentar el agua para el mate, ordeñar la vaca, preparar el desayuno para los hombres ir a trabajar, preparar a los chicos para que vayan a la escuela, tuve cuatro hijos, con escasa atención médica, a Brasil había que ir para tener los hijos o en casa nomás».
«Hasta cerca del mediodía había que ir a trabajar en el rosado plantar poroto, maíz, rama de mandioca ,todo lo que se podía comer, hacer la huerta, preparar el almuerzo, lavar la ropa a mano, en el río o en el arroyo con la ayuda de una tablita de madera, obedecer al marido lo que él decía que estaba bien y te autorizaba hacer, atender a los animales que estaban en la soga, darle agua, cambiarle de lugar, remendar la ropa, hacer el pan, pisar el arroz en un mortero, recoger los huevos de las gallinas, trabajar un poco más en el rosado, y volver a la casa para preparar la cena, los chicos también tenían sus quehaceres después que venían de la escuela, ayudar con los animales, juntar la ropa del alambre, hacer la tarea que dió el maestro, y yo hacer bañar a los chicos, que coman, que vayan a dormir”, una intensa rutina que se repetía todos los días.
“Un buen tiempo, cociné en la escuela, hacía el pan para los maestros, les lavaba la ropa, todo para que mi familia esté mejor ayudando a mi esposo, preparaba dulces caseros de todas las frutas que tenía pues era el único dulce que comíamos, otra de las tareas asignadas a la mujer exclusivamente eran guardar las semillas en botellas para tenerlas para el año siguiente , se usaba mucho el intercambio de semillas entre las vecinas, hoy todo ya es más fácil en la Colonia. Algunos tienen motos, otros autos y siempre hay quien dé una mano, antes caminábamos todos esos kilómetros o si no por el río Uruguay con canoas, por Brasil caminando es mucho más cerca y más transitado”.
Si bien la mujer rural de hoy tiene una vida mucho más cómoda eso es una gran conquista lograda por ellas, una facilidad para las familias de las colonias. «Me parece muy importante que se hable y se reconozca el trabajo de la mujer rural, como fuente de trabajo, proveedoras de alimentos, guardianes de semillas y sabidurías talladas en carne propia”, finalizó Irene.
Por su parte, en conjunto con la Secundaria Rural Pluriaño 3105 U.G.L. N° 5 realizarán un Museo Aúlico. El mismo es producto de una exhaustiva investigación histórica de los estudiantes de 2do y 3er Año, quienes analizaron distintas fuentes (tanto escritas como orales) acerca de las trayectorias y el contexto de mujeres rurales argentinas.
Se expondrán fotografías representativas de por un lado, mujeres profesionales vinculadas al campo y a la temática rural, y por otro lado de mujeres que labraron la tierra y trabajaron incansablemente para producir y abastecer mercados argentinos, al igual que cuidaron y protegieron a sus familias y territorios.
El título del Museo “Mujeres en el Umbral» hace referencia a las cientos de mujeres que pese a los mandatos y estereotipos de género, cruzaron límites y rompieron las barreras de su época.
Entrevistas: Emerson Ramón Da Silva, 7°grado,Esc. FJC N°605.
Malvina Maidana, alumna de 6°grado Esc.FJC N°605.
Silvia Serafín – Oberá
Proyecto Mujeres Guacurarí en Acción
Facebook
Twitter
Instagram
Google+
YouTube
RSS