
La Fundación Compartir es una organización no gubernamental (ONG) sin fines de lucro cuya misión es ayudar a comunidades aborígenes a construir viviendas dignas, enseñarles oficios y brindarles conocimientos para aprovechar de forma sustentable los recursos autóctonos. Su trabajo se basa en la autogestión del ser humano, en forma integral y dentro de la comunidad que lo contiene, abordando diversas problemáticas y realidades de nuestra sociedad, tanto en comunidades criollas rurales como indígenas, en distintos parajes y provincias de la República Argentina.
En la provincia de Misiones, la Fundación cuenta con el apoyo del Gobierno Provincial para llevar adelante uno de sus proyectos más significativos.
Edgar Mazzalay, presidente de la Fundación Compartir, dialogó con ANG sobre su experiencia al frente de la organización. “En lo personal, después de haber convivido más de seis años con distintas comunidades ubicadas en el monte chaqueño salteño, el impenetrable chaqueño y en visitas periódicas a Formosa y Misiones, tuve la oportunidad de profundizar en la cosmovisión de distintas etnias originarias. Pude conocer no solo sus escalas de valores, sino aquello que más los dignifica y les da sentido de pertenencia como pueblo y como individuos: el trabajo artesanal realizado con sus propias manos.”
Mazzalay agradeció especialmente a quienes han colaborado para que este proyecto sea posible. “Gracias a que la gente nos conoce, quizás otras personas también se sumen y den una mano. Creo firmemente en que hay gente buena y solidaria que uno todavía no conoce. No quiero dejar de agradecer al señor Luis Benítez, quien ha sido un puente fundamental con la gobernación y con todo lo que hemos necesitado. Siempre tuvo una mano extendida para hacer los contactos necesarios y ayudarnos a avanzar con este proyecto.”
La comunidad en la que actualmente se desarrolla uno de los proyectos está ubicada en la Biósfera Yabotí, específicamente en la Comunidad Mbya Pindoty. Allí, más de 12 familias —representadas por niños y niñas que ya asisten a clases— participan activamente en la construcción de una escuela y en otras tareas comunitarias. “Nos dividimos en equipos. Algunos realizan tareas específicas, mientras que las mujeres —como en tantos otros lugares— trabajan junto a los hombres, y muchas veces más. Son las encargadas de preparar la comida y asegurarse de que esté lista al mediodía para recuperar fuerzas y continuar la jornada. Luego hacemos un pequeño descanso de media hora o una hora y seguimos trabajando hasta la tarde. La jornada comienza bien temprano. Hay una dinámica de trabajo muy agradable y bien organizada, tanto para la construcción de la escuela como para otras tareas cotidianas, como el lavado de ropa o la preparación de alimentos. Se logró una excelente coordinación entre todos.”
Uno de los efectos más profundos de esta iniciativa ha sido el impacto en el acceso a la educación y a la documentación personal. “Estamos tramitando la regularización de DNI para muchos niños y niñas, ya que la escuela ha comenzado a atraer a chicos de comunidades vecinas que están a más de 15 kilómetros y no tienen acceso a educación. Esto genera que se acerquen a nuestra comunidad para poder estudiar. Algunos vienen con sus familias, otros solos. De hecho, varios ya han comenzado a vivir en la comunidad. Actualmente, la matrícula oscila entre 10 y 16 alumnos, pero estimamos que pronto se duplicará, o incluso más, una vez que se regularice toda la documentación.”
La escuela cuenta con la infraestructura necesaria para albergar a una gran cantidad de niños y niñas, y se proyecta un crecimiento importante en el corto plazo, impulsado por el interés de otras comunidades del entorno selvático.
Quienes deseen conocer más sobre la Fundación Compartir o colaborar con sus proyectos, pueden visitar su página web: www.fundacioncompartir.org.ar.
Silvia Serafin – Oberá
ANG AGENCIA DE NOTICIAS GUACURARÍ
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