Los textos bíblicos de este tercer domingo de adviento (Lc 3, 2b-3.10-18) nos llaman a animarnos y a no perder la esperanza. La figura de San Juan Bautista, desde su austeridad profética, nos exhorta a convertirnos. El que es el profeta de la verdad, no dudó en denunciar a Herodes y en dar la vida por lo que creía. Solo podemos volver a Dios cuando con humildad somos capaces de revisarnos y evaluar cómo estamos viviendo y nos encaminamos a realizar un examen de conciencia que nos introduce en el camino de reconciliación.
El adviento, ubicado en el fin del año, es un tiempo apropiado para realizar un examen de conciencia. Si bien tiene una dimensión personal, el mismo no puede ser un acto individualista. Necesariamente tenemos que revisar cómo vivimos nuestros compromisos comunitarios y, si el llamado a la santidad, lo asumimos desde nuestra responsabilidad ciudadana construyendo una sociedad mejor.
En el documento «Navega mar adentro» de la Conferencia Episcopal Argentina, se subraya que: «El primer servicio de la Iglesia a los hombres es anunciar la verdad sobre Jesucristo… (La nueva evangelización), nos exige responder con todos los esfuerzos que sean necesarios para lograr la inculturación del Evangelio, que propone una verdad sobre el hombre, la cual implica un estilo de vida ciudadano comprometido en la construcción del bien común» (95). En el número siguiente se señalan algunos aspectos que son indispensables para todo examen de conciencia y confesión bien hechos: «Una conversión es incompleta si falta la conciencia de las exigencias de la vida cotidiana y no se pone el esfuerzo de llevarlas a cabo. Esto implica una formación permanente de los cristianos, en virtud de su propia vocación, para que puedan adherir a este estilo de vida y emprender intensamente sus compromisos en el mundo, desarrollando las actitudes propias de ciudadanos responsables» (96).
Sabemos que nuestro tiempo padece una profunda crisis de valores, que en gran parte se da por no construir sobre la verdad, como denuncia este domingo San Juan Bautista. Convivimos con un fuerte relativismo cultural, donde el bien y el mal tienen igual valoración. Algunos sectores del poder pretenden imponer un llamado «cambio cultural» construido sobre este relativismo, donde algunos valores como la vida, la familia, la justicia y la pureza son ridiculizados. Las faltas de magnanimidad y de bien común en el horizonte de muchos de nuestros dirigentes sociales nos fueron sumergiendo en una sociedad pobre, humana y socialmente.
Aunque no hemos revertido este contexto difícil, podemos decir que en este tiempo de adviento seguimos, y con más entusiasmo, manteniendo la esperanza. Percibimos que, en nuestra sociedad, nuestro pueblo sencillo no ha perdido la sensatez o el sentido común, y mantiene un deseo profundo, de construir una sociedad que tenga presente algunos valores fundamentales. Creemos y tenemos esperanza en que el futuro no está solo en manos de unos pocos, sino que depende de nuestro compromiso ciudadano y nuestra participación responsable.
En este tiempo de adviento queremos volver a Dios. San Juan Bautista señala con humildad que él no era el Mesías que tenía que venir: «Viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias». En esta Navidad esperamos a Jesús, quien es el Señor de la Historia por su nacimiento. «Siendo la plenitud de la vida ha sido enviado a poner “su carpa” en medio de nuestras vidas pequeñas para hacerlas grandes y luminosas… El tiempo humano del nacimiento, del crecimiento, del trabajo humilde, de la vida familiar, ha sido visitado por la eternidad» (J.S.H. 9). Nuestra esperanza alimentada en esta Navidad por el nacimiento de Jesús nos compromete a realizar un buen examen de conciencia y a trabajar activamente en ser constructores de una sociedad mejor.
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
AGENCIA DE NOTICIAS GUACURARÍ
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